Un millón de personas
enfervorecidas coreaban su nombre, aplaudían y cantaban sus canciones,
hipnotizadas por su música y sus bailes.
¡Dios! Aquello era como
una droga estimulante. En el interludio regresó al camerino y vio que alguien
la esperaba ahí. La camiseta negra se adhería sugerente a sus definidos bíceps
y los vaqueros le hacían un culo de infarto, por no hablar de esos ojos oscuros
que la encendían solo con mirarla.
Eran la pareja perfecta,
tanto fuera como dentro de la cama. Ella era Harmony Chaste, una estrella del
pop, ídolo de masas y el icono sexual femenino del momento. Él se hacía llamar
Sin y movía los dedos sobre una guitarra de forma magistral, casi tanto como lo
hacía sobre el cuerpo de Harmony.
No mediaron palabra, él se
acercó y comenzó a desnudarla, no se detuvo hasta que su cuerpo, bronceado y
definido, de cintura estrecha, pechos firmes y largas piernas, estuvo
completamente expuesto. Después la miró un instante y se lanzó sobre sus labios
como un depredador, lamiendo y saboreando sin pudor. Harmony quería arrancarle
la ropa también, pero sabía que Sin nunca se desnudaba, era su norma. Con la
respiración agitada y el pulso disparado, Harmony se vio de pronto sujeta en volandas
sobre el tocador mientras el moreno descendía hasta su sexo y comenzaba a
explorarlo, a estimularlo con su lengua. Era como una canción sonando en sus
entrañas. Justo cuando estaba a punto de alcanzar el primer orgasmo, Sin se
detuvo, se abrió la bragueta y liberó su erección, firme y poderosa, solo para
hundirse al momento siguiente en el cálido y húmedo interior de ella. Harmony
suspiró de placer al recibirle y ambos comenzaron a moverse al son de esa
música incitante compuesta únicamente para ellos. Sin se inclinó entonces y
atrapó uno de sus pechos, dispuesto a torturar su sensible cumbre, lo que hizo
a Harmony gemir. Aquella danza continuó hasta un punto de no retorno. Fue
entonces cuando Sin la volteó, e inclinándola sobre el tocador, emprendió el último
asalto, con los ojos oscuros brillando como brasas, fijos en Harmony a través del
espejo empañado de sudor. Ella alcanzó por fin su tan ansiado clímax, solo un
instante antes de escuchar el ronco jadeo de él a sus espaldas.
Fuera, en el escenario,
sonaron los primeros ritmos de la batería y el público rugió clamando a su
estrella…Y Harmony les dio lo que pedían, seguida por Sin y su guitarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por leerme. Si te ha gustado la entrada ¡¡Comenta!!
* Tus datos personales serán visibles en los comentarios, podrás eliminarlos en cualquier momento. El blog no los usará ni los cederá para ningún fin comercial, ni propio ni ajeno.