UN LATIDO MÁS
Poco
a poco comenzó a emerger de la bruma de la inconsciencia.
No
sabía cuánto tiempo llevaba en el otro lado. Cuando cerró los ojos
pensaba que jamás los abriría de nuevo, pero se alegraba de haber
regresado.
Mientras
sus sentidos se despertaban, comenzó a percibir todo tipo de cosas: Olisqueó
de nuevo el aroma a limón del desinfectante, sintió el leve calor
de los rayos del sol que se filtraban a través de las ventanas y
vislumbró entre sus pestañas los tonos azules de los uniformes de
los cirujanos y el blanco de los doctores que hacían sus rondas.
Sin
embargo, lo que más captó su atención fue el pitido rítmico de la
máquina que había junto a su cama. Aquel zumbido intenso e
intermitente que jamás se detenía se le antojó lo más hermoso del
mundo.
Los
días fueron pasando poco a poco y ella se iba sintiendo cada vez más
fuerte, más sana. El dolor remitía lentamente, y descubrirse a sí
misma caminando todo el largo del pasillo sin agotarse era el mayor
premio que jamás había recibido. Comenzaba a creer que saldría de
esta...
Una
noche, mientras dormitaba, escuchó a la enfermera entrar en la
habitación para introducir en el gotero su medicina.
Se
había acostumbrado a las noches ruidosas de un hospital, ya no
necesitaba completo silencio para conciliar el sueño pero en ese
momento, mientras se acomodaba entre las sábanas dispuesta a seguir
durmiendo, algo le llamó la atención.
En el
pasillo justo frente a su puerta entreabierta la enfermera que
acababa de ponerle la medicina se había encontrado con otra
enfermera y el tono de su conversación, aunque bajo, se filtraba
hasta llegar a sus oídos.
- ¿Se
lo decimos ya? ¿Crees que puede soportarlo? -preguntaba una de
ellas.
- No
lo sé -respondía la otra -Mejora con rapidez, pero quizá es
todavía demasiado pronto.
- Nos
estaríamos saltando todas las normas -añadía la primera -¿Y si no
lo hacemos?
-
¡Vamos, Teresa! ¿No tienes corazón? Lo prometimos...
- No
debimos prometer semejante cosa.
- Lo
hicimos, y ahora hay que cumplirlo. Si no lo haces tú, lo haré yo.
-
Está bien.
Lo
siguiente, fue el silencio.
¿A
quién se referirían? ¿Sería a ella? ¿Acaso había algo malo en
su nuevo corazón?
Ahora
miraba al oscuro techo de la habitación con los ojos como platos,
incapaz de dormirse de nuevo, respirando entrecortadamente en el
inquietante silencio de la planta y escuchando sus latidos, más
acelerados que nunca. Antes de la operación, aquella velocidad de
bombeo hubiese supuesto una dolorosa y peligrosa arritmia que la
habría dejado fuera de combate durante un día entero.
Se
ocultó bajo las mantas y fingió estar dormida cuando la enfermera
volvió a entrar. Pensó que la despertaría y le explicaría eso que
quizá no iba a poder soportar, pero no fue así. La enfermera dejó
algo sobre su mesilla y se marchó.
La
chica esperó un tiempo prudencial y se levantó. Cogió el objeto
que la enfermera había dejado sobre su mesilla y se dirigió al baño
con sigilo.
Allí,
bajo la luz del fluorescente, descubrió que lo que tenía en las
manos era una carta, en un sobre con su nombre escrito.
La
abrió con manos temblorosas, preguntándose de quién sería, y
comenzó a leerla.
«Es
posible que ni siquiera me recuerdes, parece que hace un siglo que
nos vimos por última vez, aunque en realidad hayan pasado pocos
meses. No importa. Te aseguro que al término de esta carta, sabrás
quién soy...
Parece
ser que sólo somos capaces de valorar lo que tenemos cuando lo
perdemos. Antes
de enfermar, yo no era consciente de lo importante que es estar sano. No
entendía el milagro que suponía poder levantarme de la cama cada
mañana, poder salir a correr por el parque, ser capaz de mover las
manos para hacerme un café y beberlo sin ayuda, no necesitar a nadie
que me ayudase a lavarme o a vestirme.
Es
posible que no entiendas a qué viene toda esta charla, que te
preguntes si tiene algún sentido para ti. Lo que de verdad quiero
decir es que estar sano es algo que debemos agradecer cada día. Me
gustaría que lo recordases.
El
corazón que ahora late dentro de tu pecho, era
mío.
Legalmente,
tú nunca deberías saber a quién perteneció el órgano que has
recibido, pero yo pedí a las enfermeras que te hicieran llegar esta
carta donde te explico los motivos de este extraño intercambio.
No
lo hago por ti, en realidad es algo más egoísta. Necesito dejar
constancia en el mundo que estoy a punto de abandonar de las pocas
cosas buenas que he hecho mientras vivía en él.
Cuando
nos conocimos, yo ya sabía que tenía una enfermedad degenerativa,
terminal, que acabaría con mi vida en poco tiempo. Estaba muy
deprimido.
Todos
los pacientes que había a mi alrededor se me antojaban simples
quejicas que no tenían derecho a protestar. Sí, había algunos
casos graves, pero ninguno tenía la certeza de estar muriéndose,
como yo.
Entonces
llegaste tú con tu corazón hecho un asco
pero con una gran sonrisa en la cara.
Apenas
podías caminar, ningún esfuerzo, ningún sobresalto... Y no
obstante, tomaste a tu cargo al peor caso del hospital: A mí.
Fui
un incordio, lo sé. Había días en que hubieras deseado tirarme por
la ventana, liberarte de ese espectro apático que deambulaba por los
pasillos esperando su triste e inexorable final. Te agradezco que no
lo hicieras. Tu alegría y tus inmensas ganas de vivir me
contagiaron.
Es
posible que nos estuviésemos muriendo, pero aún no estábamos
muertos...
Fue
entonces cuando comencé a enamorarme de ti, aunque nunca te lo
confesé. ¿Para qué?
Ya
te he dicho que soy egoísta en realidad. No quería compartir con
nadie ese precioso sentimiento que era amar a alguien. Quería
guardarlo dentro de mí porque gracias a él por fin me sentía vivo.
Quererte
me mantuvo vivo más tiempo del que nadie hubiera imaginado.
Pero
entonces te marchaste. Decidiste que no querías pasar tus últimos
días en el hospital y regresaste a casa.
Cuando
te fuiste comencé a empeorar con rapidez. Era normal. Aquello que me
daba fuerzas para seguir se había ido, sin ti era como si mi amor
fuese una llama a la que le faltase oxígeno. Se extinguía poco a
poco. No te lo reprocho, al contrario. Te lo agradezco, pues
alargaste mi vida y me hiciste feliz durante mucho tiempo. Ahora me
tocaba a mí hacer algo por ti... Y sólo había una cosa que podía
hacer.
Te
daría mi corazón, tanto literal como
metafóricamente.
Investigué,
pregunté, pedí favores e incluso los pagué, pero al final lo supe.
Éramos compatibles. Parecía evidente que lo seríamos, algo dentro
de mí me lo decía. Teníamos el mismo grupo sanguíneo, gran
paralelismo en antígenos, respuesta inmunológica similar... Todo un
milagro.
Se
me ocurrió que no podía ser casualidad, que habíamos estado
destinados a conocernos, que lo que sentía por ti era mera química
traducida en mi cerebro como amor. Pero ¿Qué importaba?
Yo
podía salvarte la vida. Y lo hice.
Si
has recibido esta carta significa que mi plan magistral ha
funcionado. He muerto, pero no del todo.
Mi
corazón late para ti, del mismo modo que
latía cuando aún estaba en mi cuerpo. Espero que siga latiendo por
muchos años».
Las
lágrimas se deslizaron una tras otra sobre sus mejillas.
Sí,
sabía quién era, por supuesto.
Era
el hombre de sus sueños, su amor imposible, su fuerza y su
esperanza... Su salvador.
Ella
no “era” una persona alegre, esa sonrisa de la que hablaba en la
carta sólo aparecía cuando lo veía a él, cuando lo sabía cerca.
Él
había sido el motivo de esas contagiosas ganas de vivir.
Jamás
le contó que se moría, ella no lo sabía. De haberlo sabido, nunca
se hubiera marchado a casa, se habría quedado con él en el hospital
hasta el final.
Se
llevó la mano al pecho y sintió su corazón... Un latido, otro, y un latido más.
Me ha gustado muchísimo... Gracias
ResponderEliminarFantástico relato. Leyéndolo me ha venido la canción All of me, cantada por Billie Holliday. Entregó lo más valioso, una magnífica historia de amor. Enhorabuena!
ResponderEliminarIncreíble que también pensará en esa canción...
EliminarWow, esta increible este relato de san Valentin. Que gran creatividad para poner en ese contexto de hospital, toda una escena de verdadera entrega.
ResponderEliminarHola! Tu relato es muy emotivo. No existe mucha gente dispuesta a llegar tan lejos por amor.
ResponderEliminarUn saludo y felicidades por tu relato, es muy bonito :))
Está muy bueno tu relato porque es sentimiento puro. Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestras valoraciones, me alegro muchísimo que mi relato haya tenido este éxito. Graciiiaaasss!!!
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