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viernes, 26 de junio de 2020

#Retostorytelling Cubes. El Ritual.

El sonido de mi despertador me sacó del mundo onírico de golpe, sin un mínimo de compasión. Me di la vuelta en la cama y el sol incidió directamente en mis ojos, esos que tantas veces había deseado no volver a abrir. Sin embargo ahí residía la peor de mis maldiciones… Hiciera lo que hiciese, siempre volvería a abrir los ojos.

Me levanté, ser inmortal, no obstante, no me evitaba los dolores físicos consecuencia de todas las veces que había intentado acabar con mi vida. Roturas de huesos, traumatismos y graves secuelas funcionales en varios de mis órganos marcaban mi apariencia. Aunque debería parecer más joven, tenía el aspecto de un hombre de unos cuarenta, treinta y muchos en un día bueno, aunque la realidad era que, en unos meses, cumpliría doscientos tres años.

Tras tomar un frugal desayuno dediqué mi día a ultimar los detalles para intentar otra vez el ritual que llevaba realizando casi un lustro. Se trataba de un sortilegio que mezclaba naturaleza y ciencia, también espiritualidad y sobre todo mucha fe. Había recorrido el mundo entero buscando una forma de recuperar la vida que me habían arrebatado, y esa parecía ser la única manera, de modo que aguardaba día a día el momento idóneo para realizarlo. Observaba el cielo cada noche, atento a los mensajes escritos en las ESTRELLAS que me indicaban si habría o no una nueva oportunidad.

Esa noche los dioses estarían escuchando, las fuerzas del universo estarían receptivas a mis plegarias y, además, estallaría una de las tormentas más fuertes de los últimos años. Se unían, por tanto, las circunstancias óptimas y yo, por primera vez en mucho TIEMPO, me sentía optimista.

Llegó el atardecer y por fin me puse en marcha, rumbo al lugar escogido para el ritual. Necesitaba estar lo más cerca posible del cielo, y por eso me dirigí a la inmensa TORRE de oficinas, tiendas y hoteles situada en medio de la ciudad. Era casi medianoche y el observatorio ya estaba cerrado al público, pero cuando el guardia de seguridad quiso detener mi avance, use mis poderes mentales para dejarlo profundamente dormido. No encontré más resistencia en mi ascenso al último piso, a más de 600 metros de altura, así que cuando lo alcancé, busqué el acceso de mantenimiento que me llevaría a la azotea abierta, un espacio no demasiado amplio. En cuanto salí por la compuerta metálica, protegida por un sistema de seguridad electrónico que cedió sin problemas a mis poderes, disfruté por un instante de la brisa fresca y el olor a humedad de esas nubes que traían tormenta y que parecían estar tan cerca de mí que, si me estiraba un poco, podría tocarlas. No lo intenté.

Me senté en el suelo y, mientras esperaba que llegasen las primeras gotas de lluvia, dispuse todos los objetos necesarios para el ritual. Lo más importante, sin duda, era su fotografía y algo que le hubiese pertenecido. Escogí, en esa ocasión, uno de sus vestidos, que coloqué extendido en el suelo. Sobre los objetos puse las piedras mágicas, los IMANES de almas, como las había llamado mi maestro. Dediqué un breve pensamiento a la persona que me había enseñado ese ritual, el hombre que me había devuelto la esperanza, y mientras lo hacía, un RAYO cruzó el cielo y densas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre mí. Sonreí alegremente y miré al firmamento con ánimo renovado. Di entonces comienzo al ritual.

Declamé con toda la fuerza de mis pulmones las plegarias dirigidas a los dioses. Grité hasta dejarme la garganta, pidiéndoles una vez más que terminase mi maldición, que retornase a mi origen, a ella, y que me regalasen la vida con la que soñé un día y que se truncó de aquella forma tan inesperada y cruel.

Durante horas clamé al cielo, pero la tormenta terminó y, de nuevo, no obtuve respuesta.

Desanimado, recogí los objetos esparcidos por el suelo y los guardé. Seguiría intentándolo, seguiría luchando por que los caprichosos dioses o las fuerzas del universo me devolvieran al lugar donde pertenecía, a otro mundo, a otra época… a ella.


1 comentario:

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